El txakoli de Larrazábal
Historias de tripasais
Escenario del famoso discurso de Sabino Arana, este caserío de Begoña fue uno de los negocios chacolineros más populares de su época
Arana acabó convencido de que semejantes «cuestiones eran muy graves para discutirlas en un chacolí» y lo que había comenzado como cordial y opípara francachela acabó como el rosario de la aurora, con los invitados divididos y bajando de Begoña a Bilbao cada uno por su lado.
Años más tarde, en octubre de 1907, un artículo del periódico ‘Euzkadi’ rememoró la merienda de Larrazábal dando nuevo detalles: «casi oculto entre las poéticas y accidentadas ondulaciones del terreno, características en las estribaciones de la colina de Artagan, radicante en la República de Begoña, álzase el modesto caserío denominado Larrazábal […]
¡Cuántos txakolineros clásicos, en sus excursiones domingueras, atraviesan con indiferencia ante sus muros y junto a la pared medio derruida que lo separa del camino cerrando la propiedad, sin haberse percatado de la significación adquirida por aquella rústica y modesta casa de labor!
¡Cuántos ignoran que en esa casa habitó el famoso guerrillero carlista Kabaluko y que, por tal motivo, a ella iban dirigidas las granadas que desde Mallona tiraban los liberales y cuyas huellas aún se notan en el frontis del caserío Trauko, que está a su vera, separado por el camino y unido con aquélla por frondoso emparrado!»
Ajajá. Ahí está lo que aquí verdaderamente nos interesa de este episodio histórico: la localización del caserío Larrazábal (en los alrededores de la colina Artagan), la inmediata vecindad del también festivo chacolí Trauko (en la foto superior, la casa oculta a la derecha) y el hecho de que durante la Tercera Guerra Carlista fuera hogar del famoso guerrillero José Andéchaga Asua «Caballuco» (1821-1890).
En 1893, cuando el discurso de Arana, el caserío Larrazábal era propiedad de la rica familia Quintana Salcedo, a la que perteneció según los archivos desde el año 1726. El emplazamiento concreto no lo tenemos muy claro, porque algunos autores lo sitúan directamente en la plaza que actualmente lleva su nombre y otros, como K Toño Frade en su libro ‘Rincones del Botxo’ lo sitúan en la ahora conocida como calle Trauko subiendo desde el ayuntamiento.
En la época del célebre discurso el inquilino del caserío y regente del negocio era José Julián Urrutia Basáñez, vecino de la por entonces aún independiente república de Begoña y que, como tantos de sus vecinos, se dedicaba a la explotación de una finca ajena y en concreto a la producción y venta de txakoli.
Fíjense ustedes en los amplios emparrados que se ven en las imágenes, de los que no se sacaba únicamente uva sino que daban sombra en verano a las cuchipandas de señoritos que, como los de aquel 3 de junio de 1893, subían a los caseríos a beber, comer, discutir y darse un baño de ruralidad.
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